I           MENSAJE CENTRAL

La semana pasada aprendimos muchas cosas y una de ellas fue que pudimos dimensionar en el espíritu todo lo maravilloso que pasó mientras nuestro Señor Jesús estaba siendo crucificado.

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La semana pasada dijimos que Dios está interesado, no sólo en bendecirnos, sino en que seamos una fuente de bendición a nuestro alrededor.

Esto nos dice que a Dios le interesa que el mundo sea mejor cada día.

Por eso, hoy Dios nos enseñará en su palabra como podemos, verdaderamente, hacer de nuestro mundo un mejor lugar para nosotros y nuestras generaciones.

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Sin lugar a dudas somos una generación muy bendecida, porque, entre otras cosas, nos ha tocado ver el salto de la tecnología, desde la invención del auto, la luz eléctrica, los viajes espaciales, la computadora, el internet, hasta llegar a la inteligencia artificial.

Los avances de la ciencia en estos últimos 100 años han sido increíblemente enormes comparados toda la existencia del hombre sobre la tierra.

Pero hay otro motivo, aún más grande, que nos hace saber que somos una generación muy especial a los ojos y al corazón de Dios.

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Somos tres en uno, somos cuerpo, alma y espíritu, y cada una de estas partes de nosotros necesita ser alimentada de la mejor manera posible.

Eso es muy claro para nuestro cuerpo, hay gente que dice que somos lo que comemos, pero eso también aplica para nuestra alma y nuestro espíritu, que es la esencia de lo que somos.

Realmente somos espíritu, que tenemos un alma y un cuerpo para contener esa alma.

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Hoy vamos a hablar de una quinta batalla que sufrirá nuestra fe nuestra fe de manera permanente toda la vida, además de las batallas contra las riquezas, las emociones, los esfuerzos y la carne, y es la batalla contra la boca.

Lo que hablamos tiene más importancia que lo que pensamos, podemos pensar cosas positivas, pero si terminamos hablando cosas negativas, lo que hablemos prevalecerá contra lo que pensemos.