I MENSAJE CENTRAL
Hoy Dios nos hablará en su palabra lo que significa dar frutos de su justicia en nosotros.
II INTRODUCCIÓN
Vamos a la Biblia:
(NVI) Filipenses 1:9-11 “9 Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, 10 para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo, 11 llenos del fruto de justicia que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.”
Ser puros e irreprochables se está refiriendo a nuestras conductas, en términos generales, a esa transformación de la que habla el mismo apóstol Pablo en Romanos:
(NTV) Romanos 12:2 “ 2 No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.”
Entonces, el apóstol Pablo le está diciendo a los filipenses, que para tener esa conducta pura e irreprochable debemos estar llenos del fruto de justicia.
Esto nos hace entender que, al recibir su justicia y hacernos justos, por la obra de la cruz, eso debe dar frutos en nuestra vida, frutos que signifiquen cambios y transformaciones que nos lleven a cada día ser irreprochables para cuando Cristo venga por segunda vez.
Mire como lo dice esta versión:
(NTV) Filipenses 1:11(a) “ 11 Que estén siempre llenos del fruto de la salvación—es decir, (llenos) del carácter justo que Jesucristo produce en su vida.”
Esto nos hace entender que para ser transformados en nuestras conductas y caminar bajo su gracia y su justicia, debemos tener fe en lo que su justicia puede hacer en nosotros y no en las cosas que nosotros podemos hacer.
De aquí que el mensaje de hoy lleva por título: FRUTOS DE SU JUSTICIA. Fe en su justicia, no en tus obras.
III LO QUE SIGNIFICA DAR FRUTOS
En esta primera parte hablaremos de lo que es significa dar frutos según la Escritura.
Cuando la Escritura habla de que las personas debemos dar frutos, se está refiriendo a la transformación de nuestras conductas y acciones.
Antes éramos iracundos y ya no, ya fuimos transformados.
Antes andábamos en pleitos, chismes y juicios contra la gente, y ya no, ya fuimos transformados.
Antes éramos mentirosos, adúlteros, fornicarios, y ya no, ya fuimos transformados.
Antes no nos gustaba leer la Biblia, no orábamos, no hacíamos devocionales, no estudiábamos la Escritura, no entendíamos nada, y ahora sí, todo esto y más forma parte de nuestro altar personal y familiar. ¿Me sigue?
Entonces, dar frutos es tener buenas conductas y hacer acciones que agraden a Dios.
Frutos de arrepentimiento.
La Biblia habla, por ejemplo, de dar frutos dignos de arrepentimiento:
(RVR60) Lucas 3:7-8 “7Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? 8Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.”
Les decía Juan el Bautista, que no pensarán que por ser ellos judíos, hijos de Abraham, ellos no debían arrepentirse, porque Dios podía levantar hijos a Abraham de las piedras, y aquí aparecemos todos nosotros, que no somos judíos, pero que por fe en Jesucristo somos considerados descendencia de Abraham, una descendencia incontable como las arenas del mar o las estrellas del cielo, ¿cierto?
La palabra arrepentimiento es la palabra griega Metanoia que significa: Cambio de mentalidad que resulta en un cambio del estilo de vida.
Siempre hemos escuchado que arrepentimiento es dejar de pecar y regresar a Dios, realmente el concepto es mucho más amplio, arrepentimiento es todo cambio de manera de pensar.
Claro que el primer arrepentimiento o cambio de manera de pensar es entender lo que el pecado le ha hecho a nuestra vida, y, sobre todo, lo que estar alejado del Padre le ha hecho a nuestra vida y decidir regresar a los caminos de Dios, pero ese es solo el primer gran cambio, la primera gran Metanoia, pero no es el único cambio o la única Metanoia.
Una vez que has aceptado a Cristo, cada vez que aprendes algo en la Escritura que haga cambiar tu manera de pensar, está sucediendo una “Metanoia”, o sea, te sucede un arrepentimiento, porque has decidido alinear tu manera de pensar a la de Dios, a través de su Palabra.
O sea, dar frutos dignos de arrepentimiento es cambiar o transformar nuestras conductas y acciones para acercarnos más a lo que su palabra nos enseña.
Frutos de justicia.
La Biblia también habla de dar frutos de justicia:
(RVR60) Filipenses 1:11 “11llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.”
Y estar llenos de frutos de justicia implica que nuestra vida esté siendo transformada por la obra de nuestro Señor Jesucristo en la cruz, que sabemos lo que implica que somos justos por nuestra fe y no por nuestras obras.
Que ya dejamos de filtrar nuestras conductas y acciones a través de nuestras obras y ahora las filtramos a través de la obra de Cristo en la cruz.
Podemos concluir que dar frutos es ser transformados en nuestras conductas y acciones conforme a la palabra de Dios.
IV TU FE EN SU JUSTICIA FORTALECE TU ESPÍRITU
En esta segunda parte aprenderemos que su justicia es lo que fortalece a nuestro espíritu.
¿Se acuerda que hace algunas semanas le enseñé acerca de cómo funcionamos los seres humanos al ser espíritu, alma y cuerpo?
Le pongo esta imagen para que le ayude a recordar un poco:
Somos espíritu que tiene un alma y un cuerpo para transitar por este plano de la tierra, ¿ok?
El cuerpo es todo lo tangible de nosotros, el alma se integra por nuestros pensamientos, emociones y nuestra capacidad de decidir, la voluntad, y nuestro espíritu es donde tenemos la consciencia, la intuición y donde sucede la comunión con Dios, a través del Espíritu Santo.
La base de nuestra vida espiritual está en hacer cada día más fuerte esa comunión con Dios.
Entonces tenemos que entender que en la medida que tengamos o que seamos un espíritu fuerte, Dios gobernará nuestra vida, nuestra mente, nuestras emociones y nuestras decisiones, y esto nos conviene.
Esto hará que demos frutos para Dios, que cada día nuestras conductas y acciones sean más en su voluntad que en la nuestra, y seamos transformados, como vimos que dice el apóstol Pablo.
Fortaleciendo nuestro espíritu con la fe.
Entendamos esto: El espíritu se fortalece por lo que crees y no por lo que haces, se cree en el espíritu donde está la comunión con el Espíritu Santo, por eso el que nace de nuevo, cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador personal, es el espíritu.
Jesús se lo explicó a Nicodemo:
(RVR60) Juan 3:1-7 “1Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 2Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. 3Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.(Nicodemo estaba viendo el reino de Dios, pero no sabía que lo estaba viendo) 4Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”
Lo que Jesús le estaba diciendo es que el espíritu de Nicodemo estaba naciendo de nuevo por eso se podía dar cuenta de que las obras que Jesús hacía, las podía hacer porque Dios estaba con él.
Cuando aceptas a Jesús como Señor y Salvador es porque tu espíritu está naciendo de nuevo, si no, no lo podrías entender y creer en él como Hijo de Dios y Salvador del mundo.
Por eso Jesús reafirma, nadie, que se refiere a ningún espíritu, puede nacer del agua y del espíritu.
De bebé a adulto maestro por la justicia.
Entonces, que nos quede claro, que el que nace de nuevo es nuestro espíritu, el que va creciendo, primero como un bebé hasta llegar a ser adulto, un maestro, como dice la Escritura, es nuestro espíritu:
(RVR60) Hebreos 5:11-14 “11Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír (O sea, faltos de fe). 12Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. 13Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; 14pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso (de la palabra de justicia) tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.”
Y entonces, podemos entender que nuestro espíritu se nutre de la palabra de justicia y eso es lo que lo hace crecer y fortalecerse. ¿Amén?
Nacemos de nuevo, empezamos siendo niños, que entendemos el bien y el mal, bajo la ley, pero somos inexpertos en la palabra de justicia. ¿Me sigue?
¿Cómo dice aquí que nos hacemos expertos en la palabra de justicia? ¡Exacto! Usándola, por su uso, por eso les he recomendado orar todo el tiempo la palabra de justicia.
Por ejemplo:
Declarar que hemos sido hechos justicia de Dios en Cristo Jesús.
Declarar que hemos buscado y encontrado su reino y su justicia y que todas nuestras necesidades vendrán por añadidura.
Orar y declarar que somos justos por nuestra fe en la obra de amor de nuestro Señor Jesucristo en la cruz y no por nuestras obras.
Que somos justos y nuestra oración tiene poder.
Que su justicia le da vida y paz a nuestra alma y vivifica con sanidad a nuestro cuerpo.
Que nuestro espíritu se llena de su justicia por la obra de la cruz.
Entonces podemos concluir esta parte del mensaje diciendo que tu espíritu va a crecer y fortalecerse por lo que tu crees y no por lo que tú haces, en especial por creer y usar la palabra de su justicia.
V TRANSFORMADOS POR NUESTRA FE NO POR NUESTRAS OBRAS
En esta última parte del mensaje aprenderemos que la transformación, de la que habla el apóstol Pablo, comienza por lo que creemos, o sea, por nuestra fe y no por las obras que hacemos.
(RVR60) Romanos 7:4 “4Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley (de los mandamientos y las obras) mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos (Cristo), a fin de que llevemos fruto para Dios.”
Lo que verdaderamente nos hará dar frutos para Dios no es vivir bajo la ley de los mandamientos y las obras buenas o malas del hombre, sino vivir bajo su justicia.
Sigue diciendo el apóstol Pablo:
(RVR60) Romanos 7:5-6 “ 5Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. 6Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella (ley) en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu (O sea, de la gracia y la justicia) y no bajo el régimen viejo de la letra (la ley).”
Lo que es vivir bajo la gracia.
Ahora, vivir bajo su justicia significa creer que la justicia, que Jesús derramó en la cruz, es la fuente de toda nuestra transformación.
Claro que las evidencias de ser transformados serán nuestras conductas y acciones a solas, para nosotros mismos y en público, hacia los demás, especialmente, los de nuestra casa.
Pero, lo que hoy estamos entendiendo, es que esa transformación comienza y termina por lo que creemos y no por lo que hacemos.
Justicia vs. auto control.
Sigo escuchando gente que confía más en su auto control o dominio propio, que es de su carne, en vez de en la gracia y la justicia derramadas por Cristo en la cruz.
Confiar en nuestro propio auto control o nuestro dominio propio, nos acerca más a seguir repitiendo esas conductas equivocadas, pues estaremos confiando en nuestra propia carne, en nuestra propia mente y en nuestra propia fuerza de voluntad.
Es verdad que a veces la fuerza de voluntad da resultados, pero la mayoría de las veces no, y cuando aparecen esos detonadores emocionales volvemos a las mismas conductas equivocadas.
Por eso el apóstol Pablo nos enseña que es nuestra fe en su justicia la que, verdaderamente, hará esa transformación en nosotros.
Nuestra fe es contada por justicia.
Y entonces me regresó al primer versículo que leímos:
(NVI) Filipenses 1:9-11 “9 Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, 10 para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo, 11 llenos del fruto de justicia que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.”
Ahora, quiero que notemos que ese fruto de justicia se produce por medio de Jesucristo, no por medio de nuestra fuerza de voluntad o dominio propio.
Ser irreprochables solo lo podemos lograr permitiendo que Jesús dé ese fruto en nosotros.
Pero algo que debemos entender y dimensionar, es que nuestra fe la que nos hace andar en justicia y no nuestras obras.
(RVR60) Romanos 4:5 “5mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.”
Te das cuenta que es tu fe en Jesús la que te es contada por justicia, vives en el reino de su justicia por lo que crees no por lo que haces, ¡Aleluya!
¡Al que cree bien le va bien!
Sigue diciendo:
(RVR60) Romanos 4:6-8 “ 6Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. 8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.”
¿Amén?
Tengamos fe en su justicia y no en nuestra fuerza de voluntad o dominio propio, tengamos fe en que su justicia hace rebosar nuestro espíritu y que eso hará nuestra transformación y daremos cada día mejores frutos para Dios, al dar mejores frutos para nosotros mismos, para nuestros afectos en casa y para toda la gente que se relacione con nosotros.
VI MINISTRACIÓN
Por eso podemos concluir este mensaje diciendo que nuestra fe en su justicia y no en nuestras obras nos hará dar frutos de justicia para nuestro Dios y Padre, ¡Aleluya! ¡Alabe al Señor!
Amén.